La idílica relación entre el punto de los 11 metros y el Manzanares continúa su andanza camino de la categoría de bronce del fútbol español.
Si la semana pasada era la tanda de penaltis la que hacía posible el pase a las semifinales de la fase de ascenso, esta vez es nuevamente una pena máxima, la que acerca a un nuevo hito.
Con un estadio José Camacho abarrotado y entregado a su equipo, el equipo “manzanareño” se enfrentaba en la tarde del domingo al campeón del grupo gallego, el Pontevedra, que se presentaba a esta eliminatoria con la vitola de favorito.
El partido, duro como se esperaba, contó además con la lesión en los primeros lances del partido de uno de los baluartes del equipo local, Raul Castillo. Con un claro dominio gallego en el inicio del partido, el Manzanares logró aguantar estoicamente a la espera de su oportunidad, que llegaría al borde del ecuador del segundo tiempo, cuando en una internada de Sevilla era arrollado por un jugador “pontevedrés” y el árbitro rápidamente señaló el punto de penalti.
Con una admirable sangre fría, Carlos Arroyo, anotaba el gol que decantaría para los “azulones” el partido de ida y que permite ir al siempre difícil campo del Pontevedra con el sueño del ascenso aún intacto.
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