Como vigía del camino a la Mancha la silueta del Castillo de Almonacid se vislumbra a decenas de kilómetros. Se levanta sobre un arrecife, como si todavía quisiera ser el paladín que defiende el camino hacia La Mancha.
Destinado como lar permanente de tropas cuya misión es vigilar y defender; sus muros almenados, custodiados por un bardal exterior están armados de una calzada de ronda para avizorar a lo largo de la muralla.
En su interior hallamos un gran patio de armas, con vestigios de aljibes, rastro de un silo para hacer acopio de grano y algunas estancias y la torre del homenaje de tres pisos.
De origen musulmán está datado del siglo X, a consecuencia de la conquista de Toledo, Alfonso VI, lo cede a la catedral toledana. Será, pues el arzobispo don Pedro Tenorio quien, en el siglo XIV, acometa la reforma que le dará su actual aspecto. Está catalogado como un buen ejemplo de castillo del siglo XIV.
El general Venegas se sirvió de él durante la Guerra de la Independencia en calidad de refugio hasta que fue tomado por el ejército francés.
Como curiosidad reseñar que el arquitecto Don Pedro Gumiel, del siglo XVI, nos narra que el castillo en la etapa de su remodelación contaba con varios depósitos de agua, panadería, graneros, y un enorme salón con chimenea de setenta metros cuadrados.
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