Hace tres años que ella misma supo que tenía síndrome de Asperger. Es decir, supo que era autista. Le costaba entender las normas sociales, las ironías o las bromas que se producían en las conversaciones cotidianas, incluso hacer amigos, pero no sabía muy bien por qué. Y eso que era pedagoga y tenía una formación académica notable. Esa mujer se llama Alfonsa Díaz-Malaguilla y este martes fue la ponente del café-coloquio semanal que celebró en su sede la Asociación de Mujeres de La Solana. Habló, precisamente, sobre autismo invisible en mujeres.
“Intentamos relacionarnos, pero al no entender esas normas establecidas nos bloqueamos”, aclara. El caso de Alfonsa es más común de lo que pueda parecer, pero hay niveles de Asperger tan tenues que es difícil diagnosticarlo. Y por esa misma razón se hace invisible. “Es invisible porque el autismo pasa más desapercibido en mujeres que en hombres, y lo sufrimos en silencio”.
Se trata de dar a conocer los síntomas para que la gente las entienda, y sobre todo apela a una educación desde las aulas. Son muchos los niños y niñas que lo pasan mal durante los años que están en la escuela, o en el instituto, a pesar de tener un nivel cognitivo medio-alto. Y pasa factura a sus notas académicas. “Los autistas funcionamos más a nivel visual que verbal, y si en clase nos ponen más imágenes y menos texto para entender una materia nos iría mucho mejor”.
Alfonsa Díaz-Malaguilla tiene claro que el hecho de que este síndrome pase más desapercibido en mujeres está relacionado con el fenómeno del camuflaje. “Las mujeres aprendemos mejor las normas sociales que los chicos, pero no dejamos de padecer el síndrome”. La receta no es sencilla, o tal vez sí. A veces basta con entenderlas.
Agregar comentario