Ahhh, la envidia, ese sentimiento tan incómodo y que tanto nos empeñamos en esconder... Esa sensación de malestar, más o menos intenso, que se apodera de nosotr@s al ver que otra persona tiene los éxitos o las posesiones que nos faltan y deseamos.
A veces, aunque digamos que nos alegramos muchísimo de que al otro le vaya bien, que no nos importa, que si acaso lo nuestro es "envidia sana" (me parece un término bastante extraño, ¿no sería más fácil reconocer que tenemos envidia, y ya?) algo se retuerce dentro de nuestro pecho cuando vemos el logro ajeno. Y no es una sensación nada agradable.
La envidia nos pone en una situación muy vulnerable, de inferioridad. Y además, debido a todos los juicios morales que existen acerca de esta emoción, nos sentimos incómod@s, suci@s y malvad@s si reconocemos que envidiamos algo en otra persona. Por eso solemos negar nuestros celos: ¿envidioso? ¿yooo? ¡en absoluto! ¡jamás!
En general, tenemos mucho miedo a las emociones que consideramos negativas (la envidia, la ira, la desesperación, el odio...) lo que nos lleva a reprimirlas y silenciarlas en nuestro día a día. Pensamos que sentir envidia, u otra emoción de este tipo, es un acto reprobable en sí mismo. Esto no es cierto porque lo realmente perjudicial, para nosotros o para los demás, son los comportamientos, nuestras acciones, nuestras palabras. Sentir, por sí solo, no hace daño.
Por lo tanto, y centrándome en el tema de este artículo, es lo que hacemos con la envidia lo que puede ser malvado o censurable, pero no el experimentarla en la mente o en el cuerpo.
Para lidiar con la envidia primero tienes que reconocer cuando aparece en tu vida y llamarla por su nombre. Y en segundo lugar, tienes que saber entender esta emoción, más que dejar que domine tu vida y te convierta en una persona depresiva y resentida. Para ello, comparto contigo en este artículo dos estrategias para minimizar sus efectos y entender qué quiere decirte.
Allá vamos:
1.- Relativiza el bienestar de los demás
Seguro que ya lo sabes, pero lo olvidas a menudo: las apariencias engañan. Todo eso que desde tu posición te parece tan envidiable , tiene más de invención mental propia (las fantasías que tú proyectas sobre la escena) que de realidad. Con las redes sociales, esta doble paradoja de envidiar y ser envidiado aumenta hasta límites peligrosos.
Envidiamos al escalador que coloca su fotografía, con una sonrisa triunfal, cuando ha llegado a la cima y nos decimos que "ésa es una vida perfecta: de logros, de aventura, de disciplina" pero... ¿realmente sabemos qué ha sucedido antes? ¿Si esa persona fuera de esas situaciones es feliz o un amargado? ¿Si los motivos que le llevan a demostrarse una y otra vez que es capaz de grandes hazañas son nobles o neuróticos? ¡No sabemos nada, y ahí estamos, admirando una historia de ficción que hemos creado nosotros solitos!
Lo mismo ocurre cuando vemos fotos de viajes en pareja, de familias perfectas posando a la cámara, de mujeres con ropa y estilismos que nos hacen soñar, extraemos de ese momento puntual toda una historia que es pura invención mental. No sabemos si esa pareja enamorada no estaba en ese momento a punto de divorciarse, si ese padre de familia alto y rubio es un alcohólico los fines de semana, si esa chica guapísima y sonriente que viste tan bien no ha tenido episodios de anorexia. Podría ser que no, o podría ser que sí, pero lo cierto es que no sabemos nada de lo que hay detrás de esas vidas y solemos contarnos un cuento de hadas a partir de ellas.
Si lo que estoy diciendo te parece exagerado o pesimista (o producto de una mente envidiosa como la mía que no cree en las vidas perfectas) piensa en tu propia vida, en lo que muestras, en tus propias ambivalencias.
¿Cuántas veces, estando de viaje en un sitio precioso, que los demás envidiarían, a los cinco minutos de pensar "oh, qué bonito, qué afortunad@ me siento" te has cansado de esa belleza y has vuelto a pensar en tus problemas?
¿O cuántas veces te has hecho una foto romántica con tu pareja y media hora después estabais discutiendo y gritando "pero quién **** me mandaría a mí salir contigo"?
¿O cuántas veces, estando con tus amigos de fiesta, os habéis hecho una foto absolutamente loca y divertida, pero en realidad la noche ha sido de lo más tranquila, cuando no aburrida?
Lo haces tú, lo hacemos todos, no hay más. Compartimos imágenes puntuales para impresionar a los demás pero esas fotografías (que expresan exactamente cinco segundos de realidad) no definen una vida, ni de lejos.
Por lo tanto, aquí va mi primera recomendación: filtra la información que te encuentres en revistas, televisión y redes sociales. También lo que cuentan las personas que te rodean.
La mayoría de las personas no comparte los momentos trágicos de su vida, sus dudas, y las noches sin dormir por diversas preocupaciones, por ello esas vidas perfectas que atribuimos a los demás son sólo invenciones. Fantasías nuestras.
En vez de dedicarnos a inventar cuentos de hadas sobre fotografías de los demás que vemos en las redes sociales, o escenas de la vida cotidiana de otras personas, utilicemos esa energía creativa para mejorar nuestra propia vida. Y aquí viene la importancia del siguiente punto:
2.- Reconoce tus deseos y ábreles el paso
Por extraño que parezca, la envidia puede ser un motor estupendo para producir cambios...
Puesto que la envidia, una vez que le hemos quitado todas esas capas de fantasías irrealizables y la hemos bajado a tierra, nos indica que hay un deseo o que algo nos falta.
La envidia nos habla de nuestros deseos ocultos y nos proporciona cierta vitalidad para alcanzarlos. Pero hay que indagar en cuáles pueden ser esos deseos y finalmente actuar, porque si sólo envidiamos y no nos movemos un milímetro lo único que vamos a conseguir es un carácter agrio y resentido.
¿Abres el Facebook y envidias que Juan esté de vacaciones en Menorca con su pareja y amigos? Lo primero que puedes hacer es identificar por qué sientes envidia, quizás en este momento no necesitas unas vacaciones (o sí) sino que añoras poder tener más tiempo libre, estar en un grupo de gente que organice viajes, salir más de casa o fotografiar paisajes bonitos.
¿Envidias que tu mejor amigo se haya comprado un coche deportivo carísimo? Si lo piensas bien, quizás tú no quieras ese coche sino la sensación que proporciona: libertad, estatus, seducción, éxito de cara a los demás... ¿De qué otras formas podrías obtener estas sensaciones, sin necesidad de comprarte un coche idéntico?
Como es, en primer lugar tienes que averiguar: ¿Qué es exactamente eso que deseo? Y después, una vez identificado: ¿Qué puedo hacer hoy, ahora, para conseguirlo? Podría ser empezar a ahorrar para un viaje dentro de tres meses, o ir al parque a pasear para estar en contacto con la naturaleza o llamar a un amigo para tomar un gin-tonic por la noche. Puesto que:
Si reconoces tu deseo y te mueves para conseguirlo la envidia se desvanecerá por completo.
Y ahora es momento de que te hagas algunas preguntas: ¿Te cuesta reconocer que sientes envidia? ¿Haces algo con ella, aparte de sentirse miserable? ¿Te abruma la cantidad de "vidas maravillosas" (repito: son invención tuya) que aparecen en los medios de comunicación y las redes sociales?
Somos humanos si sentimos envidia, pero nos convertimos en mejores personas cuando la utilizamos para crecer. Dejemos de desperdiciar energía en idolatrar vidas que sólo existen en nuestras cabezas y empleémosla en mejorar nuestras condiciones actuales, ya que los deseos que se despiertan con la envidia son como un faro en nuestro camino.
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